
Hola, mi nombre es Lucy Muñoz, tengo 25 años de edad. Soy de signo libra y nací el 25 de septiembre en la comuna de Lota, en Concepción. Actualmente trabajo en un restaurante nocturno en Santiago.
Cuando tenía 17 nació mi hija Natalia en el hospital de Talcahuano. Ella venía con una enfermedad en los pulmones, por lo que al principio tuve que viajar semana por medio desde Lota a Talcahuano, para realizarle los controles médicos correspondientes. Todo iba bien hasta que mi hija quedó hospitalizada en el Hospital Exequiel González Cortés. Fue allí cuando decidí dejar todo y venirme a Santiago, arrendar una pieza cerca del mismo hospital y de esa forma acompañarla en todos sus controles. Unas semanas después encontré un trabajo en un local nocturno, donde la gran mayoría de los clientes son vejestorios consumidos por el alcohol. Al menos recibo un sueldo mensual que me ayuda con algunos medicamentos de la Natalia y para poder sobrevivir yo.
Una noche como cualquier otra, aproximadamente a las 10:30, hubo una pelea en el local, por lo que recuerdo un gallo salió herido con un arma blanca, al rato llegó un grupo de periodistas de varios diarios. Entrevistaron al dueño del local harto rato. Uno de los fotógrafos que acompañaba a un periodista con cara de pato malo, bebió un vaso de piscola que le serví yo misma. Ahí empezamos a conversar. Lo hicimos mucho rato, sobre el asunto ocurrido ahí mismo y otros temas de la vida de la calle. A las 01:45 me pidió fotografiarme y obtener un retrato para poder recordarme… Le pedí que se fuera a la cresta! Que yo no estaba pa’juegos. Le expliqué que yo sólo trabaja en el local, de mesera y que no pretendía meterme en problemas. Ya tenía suficiente con vivir sola en y a cargo de mi hija en Santiago. El Braulio, así se llamaba el fotógrafo, tomó sus cosas y antes de salir me fotografió sorpresivamente. Es por eso que salgo en esta fotografía. Días después llegó al local y me entregó la fotografía impresa. Me dijo que la foto demuestra más preocupación que lo que había sido capaz de confesarle. Me pidió guardar la fotografía y que recordara esa noche siempre. En ese instante no pensé en nada más que en mi hija Natalia y en que no quería que nunca en su vida trabajara como yo. Finalmente le sonreí por haber compartido esa noche sangrienta conmigo, apoyados en la barra de ese local.